El pabellón de las Repúblicas Bálticas, que agrupaba los países de Letonia, Estonia y Lituania se situaba en una parcela ocupada hoy en día por los jardines del Monasterio de la Cartuja junto a la calle 15, actual Johann G. Gutenberg y se emplazaba junto a los pabellones de Argelia y de los Emiratos Árabes Unidos, en la zona de pabellones orientales.
Las Repúblicas Bálticas fueron los últimos participantes en Expo'92, abriendo las puertas de su pabellón el 4 de junio de 1992. Este agrupaba las repúblicas de Estonia y Lituania, con la ausencia de su vecina Letonia, que retiró su participación a última hora por problemas económicos y políticos, derivados de su reciente independencia.
El pabellón, que consistía en una gran carpa cedida por la organizadora de la Muestra Universal, repartió finalmente el espacio entre los dos países en lugar de tres. Esto junto a la incorporación tardía y el bajo presupuesto con el que contaban, hizo que el visitante percibiera en su interior cierto grado de "vacío".
Los pobres contenidos giraban en torno a exposiciones de mapas, cuadros, tallas de madera y objetos de ámbar, material muy popular en estos países. Así mismo, también se podían observar varias estructuras de hierro y granito (material típico de estas zonas) rematadas con nueve monitores de televisión donde se veían imágenes cotidianas de estas repúblicas.
Tras la clausura de la Exposición Universal, la carpa del pabellón salió a subasta junto a otros edificios y lotes, vendiéndose finalmente por dieciocho millones de pesetas. Tras esto permaneció abandonada hasta 1996, cuando el alcalde de Marbella, Jesús Gil, la compra por 65 millones de pesetas para trasladarla a Madrid con el fin de dedicarla a una de sus numerosas empresas. De la misma manera, la familia Gil también llegó a comprar la carpa del pabellón de las Artes, así como numerosos módulos de oficina, mobiliario urbano e, incluso quioscos usados en la Exposición.
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